El primer cigarro del 2022, Davidoff y Nitrato de Chile
Ayer por la tarde, tras haber sobrevivido un año más a la Nochevieja, tras haber estado reservando durante días un Davidoff Signature para encenderme como primer cigarro del año 2022, me senté con un café a darle candela.
El momento era casi perfecto. En la terraza, con una temperatura muy agradable, sin nadie a mi alrededor a quien molestar con el humo, saqué el puro de su blanco tubo y empecé a disfrutarlo.
No estaba aún por la mitad cuando el momento de fumar se convirtió en el momento de ir al pueblo a dar un paseo y ver belenes. En todas las navidades no había salido a ningún lado. Seguramente por eso el día uno de enero por la tarde, mientras convertía en humo la mezcla de tabacos que alguien decidió que era la perfecta para ese cigarro, también era el momento de gastar suela y ver las distintas composiciones de figuras que querían representar la Galilea del siglo uno.
¡Cuánta ilusión y trabajo empleado en la creación de esos dioramas!.
¿Qué hacer ante tal disyuntiva de placeres que se me planteaba al principio del año?.
Por un lado, un Davidoff a mitad de fumada, con su suave capa conneticut, sus notas florales resbalando entre los labios, su formato (perfecto para mi gusto), incluso su quemada en exterior sin ningún pero.
Por otro lado la necesidad de transportar en coche a parte de mi familia al pueblo para disfrutar de las maquetas tan largamente trabajadas sobre el nacimiento del dios más popular en la zona occidental del planeta.
!!Qué hacer Zino¡¡
Continué fumando en el coche, con la ventanilla bajada. Por supuesto mostré a todo el que quiso mirarme el resto de cigarro encendido como si fuera la antorcha olímpica camino del estadio. De cuando en cuando una calada, para mantener la brasa encendida y el espíritu de los JJOO.
Para cumplir con una fumada sosegada, todos mis movimientos los hacía sosegados. El intermitente lento, girar el volante lento, aparcar lento. Todo lento. ¿Estaba conduciendo o fumando?. Mi cuerpo conducía pero mi espíritu no.
A la única cafetería que estaba abierta la tarde del uno de enero me negué a entrar. Aún podía seguir disfrutando un poco más. No hacía el frío suficiente para desear más un café caliente que el último tercio de ese Davidoff. Si no me creéis, aquí va una foto. Que vale más una imagen que mil palabras.
Por suerte no apetecía caminar deprisa. La tarde era oscura y húmeda y no encontrábamos los belenes desperdigados por el pueblo para poder verlos. A mitad de una calle se veía la puerta de un convento de monjas cerrada. En frente había una señal luminosa que avisaba de la presencia de una maqueta en exhibición. Al acercarnos vimos en la otra parte de la calle como se abría la puerta de la sociedad musical y nos dejaban entrar. Yo no entré hasta que no me quemé una primera vez la uña del dedo. Lo iba a fumar hasta las uñas y así cumplí mi primer objetivo del 2022.
Después todo fue más fácil. Salvé el primer obstáculo del año y continué disfrutando de la tarde. Pude apreciar en algunos belenes el sentido del humor de los creadores. Como por ejemplo aquel belén con un viejo cartel de nitrato de Chile tan famoso por las calles de España en los años ochenta.
Y así cumplí el tan deseado deseo del fumador de puros, de reservar uno especialmente para empezar el año. Es fácil acostumbrarse a lo bueno, pero apuesto a que mayoritariamente seguiré fumando mis Quintero, a no ser que se cumpla ese rumor de que se iban a dejar de hacer, jaja.
Un saludo¡
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